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Viejos Remendando el Pasado
Justo de un aspecto del caso Evo Morales nadie en México quiere hablar. Ni los periodistas. Es como si toda la nación fuera Sinaloa y rigiera un pacto indecible, una omerta que invisibiliza el narconegocio y sus consecuencias.
La cortada etno-racial del indigenismo resulta insuficiente. Es fácil de entender la gran diferencia que va de masticar la hoja de la kuka un indio o mestizo mientras camina las cumbres de los Andes altiplánicos, a organizar media docena de sindicatos recolectores del arbusto cuyo cultivo creció exponencialmente durante los gobiernos de Morales. Así las cosas, nadie se pregunta a dónde van las miles de toneladas de hoja de coca cosechadas por la Federación de cocaleros de don Evo. Opera en la región del Chapare, en Cochabamba, desde 1985. Se cuenta en portales algo amarillistas que hizo negocio hasta con Pablo Escobar.
El dato cierra una pinza: la más que documentada ruta de la cocaína a través de países con gobiernos de izquierda (Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Dominicana, las selvas de Colombia bajo control de las FARC seudo disidentes). Otra pista es la implicación ante tribunales de militares de todas las filiaciones ideológicas en prácticamente todos los países centroamericanos.
Políticos, ideólogos y opinadores eligen no ver los indicios, distraerse tras la estrambótica retórica indigenista, el nacionalismo o culpando a los consumidores yankis. Soy lector habitual de prensa sudamericana, y si bien casi siempre me equivoco, no en esto, creo: el caso Morales es pista buena hacia el origen digamos geográfico del inferno vivido por México.
Hay demasiada evidencia. No cabe eludir ni minimizar el tema. Antier escuché en el programa del peruano Jaime Bayly, que un periodista español pudo atestiguar la compraventa de cocaína a 2500 dólares el kilo entre el cártel de Sinaloa y agentes de Morales en un aeropuerto que hizo construir (¿y bautizó “Evo Morales”?) en Cochabamba, región que controla y jugó un rol en la intentona golpista encabezada, armas en mano, por el asilado en 2001-2002.
Un poco de discreción en vez de algarabía facciosa, era lo prudente.
Los afanes de los gobernantes de MORENA por hacer de Evo Morales un jefe de Estado en el exilio, mediante cursis celebraciones y vergonzosas para México, carentes de la menor autocrítica y responsabilidad institucional, debe preocuparnos a todos los mexicanos (supongamos que el gentilicio existe). También a los que creen en AMLO.
Bienvenido Evo Morales si su vida corría peligro; siempre debiera asilarse a las personas por razones humanitarias sin importar el carnet político. La policía boliviana dice que jamás hubo orden de aprehensión, aunque es innegable que las turbas adversarias dominaban las ciudades y podrían haberlo linchado. Pero todo esto no justifica los homenajes pueblerinos al presunto mapache electoral y posible narcotraficante. Tampoco cabe la tonta y maliciosa comparación con Merkel.
Nadie en su sano juicio puede justificar lo que están haciendo López Obrador, Sheinbaum, Ebrard, Batres, Noroña y demás. Asemejan un montón de Viejos Reconstruyendo el Pasado. Casi ancianas con vestidos rosas de los 15 años; y ancianos oteando una “oportunidad” a ilusiones juveniles ya obsoletas, caducas y a menudo macabras.
La democracia se puede simular. Lo sabemos muy bien los mexicanos, nos lo enseñó el gobierno anterior al neoliberalismo, el PRI preferido de AMLO. La dura lección duró 70 años. Parece que no ha terminado. A veces, repetir curso es inevitable.
COHETERÍA
GLOSA ¡Bienvenido Evo Morales! La 4T devino esta semana en guerrilla arrogante de ideología castrista, en metástasis de ese cáncer latinoamericano del ideal democrático. ¿El presidente se está decantando por los marxileni-pensamientoruz que hay en su gabinete? El principal problema es que malinterpretan la votación de 2018 (40% del padrón votó por AMLO) como si hubiera sido un respaldo a su ideología y de los Morales, Maduro, Ortega, Castro Ruz.
López Obrador debería explicar a los mexicanos por qué si ganó merced a la voluntad libre del pueblo, mantiene su antigua querencia por esos dictadores. Para colmo, el presidente cree que si los hace la izquierda castrista, sí se vale hacer fraudes electorales. Antes que la ley y lo justo, la ideología política.
Comparto la tristeza de Jeanine Áñez, la presidenta provisional de Bolivia por línea de sucesión constitucional (renunciaron el expresidente, el exvicepresidente y el ex presidente del Senado). En efecto, entristece que habiendo padecido los padres, abuelos y bisabuelos la dictadura PRI “perfecta”, tantos jóvenes mexicanos con compu y what se asuman remeros de una canoa de vuelta. No podrían recordar –me consuelo- algo anterior al internet: lo que ocurre siempre que un hombre o un partido se hace del control de los poderes (legislativo, judicial, electoral, prensa, ongs, educativo) que definen a una nación democrática. No acabamos de ser una sociedad abierta.