Enseñanza de la Pandemia / Julio Faesler (Excélsior)

 

Lo menos que tienen estos tiempos es ser aburridos. Cada semana, si no a diario, surge un nuevo evento, una nueva declaración o revelación sorprendente, de importancia nacional o hasta internacional, que merece las primeras planas de los diarios. Tomemos, por ejemplo, los disturbios en Estados Unidos y en las grandes capitales del mundo detonados por la muerte de George Floyd, los cuales marcan no sólo una evolución hacia acabar, no sólo con la discriminación racial, sino con los abusos y la violencia policial.

Los tiempos están cambiando. La pandemia obliga a entendernos como seres humanos, así como nuestra ubicación y compromiso con la naturaleza y nuestro entorno. La sobriedad del encierro marca el valor de los recursos de los que disponemos, los cuales son para producir lo que realmente requerimos y eliminar los excesos del consumismo que nos han llenado de artículos innecesarios que restan dignidad a nuestra existencia.

Algunos gobernantes consideran más importantes los intereses económicos o políticos que la relación del hombre con la tierra, como lo han declarado Trump y Bolsonaro. El norteamericano ha sustraído a su país de la OMS y ha implementado torpes políticas migratorias. El brasileño auspicia, en el ara de una política empresarialista, una devastación ecológica de alcance mundial en el Amazonas. Ellos van contra la corriente y tarde o temprano la racionalidad se impondrá para corregir sus costosos errores.

Los actos anteriores, contrarios al sentido común, tienen su paralelo en los del Presidente de México cuando, al igual que sus dos homólogos, da rienda suelta a su muy personal forma de ver las circunstancias de su país. A diario insiste en la visión maniquea donde sólo existen los que están a su favor o en su contra. Su repentino y fantasmagórico BOA, aunque rechazado por increíble con chistes, es un tiro de prueba apuntado a las elecciones del 2021 y a las fuerzas políticas opuestas al gobierno que harán peligrar a la 4T si logran mayorías en la gran contienda por 500 diputaciones, 15 gobernadores y un cardumen de legisladores y funcionarios locales. El inventar que exista ese “bloque” da para una nueva serie de posiciones y aclaraciones, dimes y diretes, para confundir a los “adversarios” y galvanizar a los adeptos a los programas oficiales.

El gobierno se facilita donde hay sólo una opción y los contrarios numerosos y divididos. Tomar decisiones donde existe una sola versión de los hechos explica cómo, en violación a todo respeto constitucional, hoy prevalecen, en la proveeduría de los proyectos icónicos del Presidente, adjudicaciones directas, dejando a un lado las licitaciones requeridas por ley. También así se explica cómo se extingue de un plumazo a instituciones necesarias para el equilibrio democrático, como es el caso del Instituto Federal de Telecomunicaciones, la Comisión Federal de Competencia Económica y la Comisión Reguladora de Energía, aduciéndose el ahorro de 500 millones al año. También de un plumazo quiere acabar con casi 400 fideicomisos, sin advertir las razones por las que se crearon.

 

Mucha transformación, muchos cambios, pero al Presidente se le olvida que el sector salud no sólo es el covid-19, y que los altos sueldos destinados a los mil médicos cubanos importados bien podrían dedicarse para adquirir los medicamentos para los niños con cáncer y a abastecer de equipo y medicinas que urgen en hospitales y clínicas en toda la República.

Otra visión personal de AMLO es su obsesión de negar el financiamiento anticíclico, indispensable para reactivar la producción de las pymes, las cuales son el potencial más importante con el que cuenta el país. El Presidente limita la acción oficial de los programas sociales a personas de escasos recursos. Sirven, sin duda, para cubrir algunos gastos de millones de hogares necesitados, pero la falta de recursos para echar a andar la economía nos condena a que la economía mexicana caiga más del ocho por ciento este año.

La pandemia ha confirmado la oportunidad de aliviar la escasa y endémica capacidad económica que caracteriza a México, desde hace muchos años, mediante la renta universal, aunque sea transitoria, como lo propone la Cepal. Esta medida, ya en vigor en algunos países, levantaría el poder de consumo de la población nacional. sostendría la producción y generaría el nivel de ocupación que se requiere. Vigorizando, simultáneamente, las exportaciones. En definitiva, contribuiría a una visión incluyente del gobierno, anunciando el esfuerzo mancomunado que es lo que más hace falta. Esta medida sería una de las grandes enseñanzas de la pandemia.

No hay que esperar a que ésta termine. Es ahora cuando hay que actuar.

 

 

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La enseñanza de la pandemia / Julio Faesler, Excélsior (México), 13 Feb