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A Manos de la Ideología / Raúl Mayoral (España)
“Otra victoria como esta y estoy perdido”, exclamó el griego Pirro tras la batalla de Ásculo, acuñando el concepto de victoria pírrica.
Algo parecido musitaría Pedro Sánchez, abonado al pan para hoy y hambre para mañana, tras el escrutinio de votos el pasado 10 de noviembre. Temiendo ser desahuciado de Ferraz, se agarró con desesperación al clavo ardiendo del populismo, al mismo que, días antes en un televisivo debate electoral, rechazó para evitar insomnios sobre el colchón presidencial.
Desde entonces, Sánchez es rehén de Podemos. No de los separatistas catalanes, que facilitaron su investidura, sino de Iglesias, quien le salvó de su muerte política manteniéndolo con respiradores en La Moncloa. El precio a cobrar por el redentor resulta excesivo y con intereses leoninos.
Sánchez paga el primer plazo hipotecario al pronunciar su discurso de investidura. Un texto trufado de quincalla populista a la que nos tiene acostumbrados Podemos: lo común, lo público, la comunidad, el pueblo por encima del individuo y de los grupos sociales.
Todo un léxico legatario de postulados totalitarios con los que anular al individuo frente a la colectividad. Hasta el retorcido término monomarental, también utilizado por la ministra de Igualdad y consorte del vicepresidente comunista, tuvo que incluirlo el orador en su exposición.
Por ser Sánchez un títere de Iglesias, éste actúa con patente de corso. El presidente no afea, sino justifica, las insensateces de su vicepresidente: la protesta promovida contra el Rey, la violación de las reglas de la cuarentena, o las críticas al Poder judicial. Además, le ha dado asiento en el CNI. Día tras día, ensancha su poder imponiendo sus tesis bolchevarianas en medio de un Gobierno agrietado y descompuesto y ante una postpandemia de miseria y rechinar de dientes por millones de españoles ante la bancarrota del Estado y el hundimiento de la economía.
La Historia demuestra que allí donde el comunismo ocupa el poder quiebran derechos y libertades y la verdad padece bajo los grilletes de la mentira. Nunca en la democracia española hubo tanto desprecio institucional a la verdad como en estos días. Aunque la verdad hable por sí sola, la mentira habla por boca del Gobierno y sus medios adictos.
También nos enseña la Historia que la táctica favorita del comunismo es la de avanzar hacia el poder flanqueado por unos amigos que, a la hora de la victoria, resultan implacablemente eliminados. Podemos espera el momento en que su aliado socialista se desangre para acabar fagocitándolo.
Tenemos un presidente a merced de su vicepresidente, y ambos empeñados en sacrificar eficacia, transparencia y libertad en el altar del progresismo, quedando los españoles en manos de la ideología, manos siempre resbaladizas, cuando no letales.
Ante tan inquietante escenario, cobran sentido aquellas palabras que Boris Pasternak pone en boca del personaje de El doctor Zhivago: “Aquí era necesario enseñar a la gente a no pensar y no formarse opiniones, obligarla a ver lo que no existía y sostener lo contrario de lo que resultaba obvio para todos”.
A Manos de la Ideología / Raúl Mayoral, El Imparcial (España), 17 Mayo