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El Chernobyl Chino / Guy Sorman (España)
El Chernobyl chino / Guy Sorman, ABC (España), 24 Feb
Hace ya varios meses se proyecta en las pantallas de China una serie producida por Netflix, la reconstrucción realista de la explosión de la central nuclear de Chernóbil en Ucrania, en 1986. Los espectadores chinos pueden constatar hasta qué punto las víctimas de este desastre se debieron, desde luego, a la explosión de la central nuclear, pero aún más a la negativa de los líderes comunistas locales a evacuar a las poblaciones circundantes expuestas a la contaminación.
La película expone sin tapujos la cultura de los aparatchiks soviéticos, que restan importancia al accidente, ya que están programados para anunciar solo buenas noticias y no admitir nunca el fracaso de una tecnología diseñada en la URSS.
Afortunadamente, el nuevo jefe de la URSS era Mijaíl Gorbachov, que acababa de asumir el poder y deseaba pasar del comunismo represivo al socialismo con rostro humano; aun así, tardó varias semanas en reconocer la gravedad de la situación, que descubrió por la prensa extranjera antes que por los burócratas del partido.
La evacuación se produjo con varias semanas de retraso, lo que provocó que varios miles de personas se vieran afectadas por la radiación; muchas todavía la sufren y también sus hijos. La transparencia, o glasnost, proclamada por Gorbachov nunca llegó tan lejos como para reconocer que las centrales nucleares del tipo de la de Chernóbil, que solo existen en la URSS, eran peligrosas en sí mismas y que la tragedia no se podía achacar solamente a una manipulación incorrecta por parte de los ingenieros locales.
Como un desafío y un rechazo a aceptar toda la realidad, las plantas de este tipo siguen funcionando en Ucrania y en Rusia, con algunas precauciones adicionales.
Los pocos millones de chinos que tienen acceso a Netflix, por suscripción o piratería, no se privan de comparar Chernóbil con las víctimas del virus de Wuhan. Y sí, tienen algunos puntos en común; la negativa de las autoridades de Wuhan a revelar de inmediato la epidemia de coronavirus proviene exactamente de la misma cultura política que la de los soviéticos.
El comunismo solo puede ir hacia adelante; un apparatchik chino de hoy, igual que uno soviético de ayer, solo progresa en la jerarquía promulgando boletines de victoria.
Así es como el doctor Li Weiliang fue sancionado y obligado a confesar su error por haber revelado el riesgo de una epidemia ya en diciembre del año pasado; después murió por tratar a las víctimas del virus de Wuhan.
Igual que en Chernóbil, el reconocimiento tardío de la epidemia por parte del Gobierno central de Pekín ha estado muy influido por la prensa extranjera y las organizaciones internacionales. En la URSS, la radiación de Chernóbil provocó varios miles o millones de víctimas, igual que en China la enfermedad, como consecuencia directa de la cultura del secreto propia de los regímenes comunistas.
Me abstendré de llevar la comparación más allá, porque la China de Xi Jinping no es ni mucho menos la URSS de Gorbachov.
En la URSS de 1986, la opinión pública era, desde hacía años, abiertamente hostil al régimen comunista: los disidentes reclamaban abiertamente la democracia e independencia de los países sometidos; el Gulag había sido descrito con todo detalle por Alexandre Solzhenitsyn; en el Comité Central del partido reinaba la duda; y la glasnost y la perestroika habían abierto el camino -que acabó siendo un callejón sin salida- hacia el socialismo con rostro humano.
Además, la economía estaba de capa caída, principalmente debido a la bajada de los precios del petróleo del que depende completamente la URSS, a falta de cualquier diversificación industrial.
En China no hay nada de esto. No olvidemos que la URSS es a pesar de todo un país europeo donde la democracia tiene sentido para la opinión pública. En China, la democracia sigue siendo una noción un tanto exótica; la tradición china es más bien confiar en un buen emperador, que tiene, o no tiene, un mandato divino.
¿Está perdiendo Xi Jinping este mandato espiritual a la vez que político?
Sí. La epidemia es vista como un mal presagio, que se suma a la desaceleración económica, al conflicto comercial con Estados Unidos, a la revuelta en Hong Kong, a las elecciones democráticas en Taiwán y a la denuncia internacional de la represión de los uigures.
De ello se puede deducir que se está abriendo una gran brecha entre Xi Jinping y el pueblo chino, pero este pueblo no pone ni quita al presidente chino; todo se decide dentro del Comité Central del Partido, que Xi ha poblado con sus seguidores.
Solo el Comité podría deshacerse de él, lo que por el momento es poco probable.
Más bien deberíamos esperar un refuerzo de la liga dura que Xi ha restaurado, una vuelta a los años de Mao Zedong: enseñanza de la ideología marxista, culto a la personalidad, represión feroz de cualquier disidencia, bloqueo de internet y restauración del sector público en detrimento de las empresas privadas.
Más que una revolución de palacio o un colapso del partido comunista, me parece que la epidemia de Wuhan, sumada a los otros incidentes de la trayectoria china, demostrará que China no progresará si sigue fiel al modelo Xi Jinping; la modernidad económica ya no se puede disociar de una evolución de las costumbres políticas hacia el debate y la transparencia.
Lo que se desmorona ante nuestros ojos es la ambición de Xi Jinping de ofrecer al mundo un modelo alternativo a la democracia liberal.
Ya no existe una vía iliberal, china o no, hacia el progreso económico, social y cultural.
Link https://www.abc.es/opinion/abci-sorman-chernobyl-chino-202002232352_noticia.html