contacto@codigotlaxcala.com
2461205398 / 2461217662
Las Nanopartículas de Olga / Héctor Zamarrón (Milenio)
Si algún mérito tiene la franqueza de la secretaria de Gobernación al hablar con total candidez sobre los efectos positivos de las nanomoléculas de cítricos, es detonar una conversación sobre la ciencia y los científicos, tan necesaria en México.
Cuando el gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, enfermó de covid-19, la ministra en retiro de la Corte, Olga Sánchez Cordero, le envió unas “gotas milagrosas” para apurar su recuperación. Más tarde, ella misma reveló que no usaba cubrebocas porque se protege con esas “gotas milagrosas”, que se escudan en el nombre de nanomoléculas, ante posibles escépticos y críticos que, ya se sabe, abundan.
El episodio hizo que los círculos científicos se llenaran de críticas, bromas y discusiones, además de que salieron a relucir otros remedios seudocientíficos que prometen reforzar el sistema inmunológico, matar virus y bacterias. Esa voluntad de creer, que con tanta candidez expresa una respetable especialista en derecho, solo se explica porque existe en toda sociedad una predisposición al pensamiento mágico y más si éste viene revestido de jerga seudocientífica.
Así han proliferado multitud de engaños que pasan por los “milagrosos” análisis de sangre con que Elizabeth Holmes levantó Theranos y defraudó cientos de millones de dólares a grandes empresarios, entre ellos Carlos Slim y Rupert Murdoch. O los más de 700 “detectores moleculares” que se compraron hace una década para combatir el tráfico de drogas, armas y personas en México. Los famosos GT-200 que, a un precio de casi 30 mil dólares cada uno, no eran más que cajas plásticas con una antena pegada y parte de un timo mundial en que cayeron la Sedena, la Marina y gobiernos de siete estados, a pesar de las advertencias de la Academia Mexicana de Ciencias.
Está también la historia de la doctora Tessy López y su nanogel para el pie diabético, comercializado bajo el nombre de NanoTutt, sin autorización de la Cofepris y sin ningún estudio clínico controlado que lo respalde. Eso mismo ocurre con las gotas de ozono, el dióxido de cloro, el inmunocal, el fosfovitacal, el factor de transferencia, las flores de Bach, Herbalife, los extractos dializados de proteínas o muchos otros suplementos alimenticios o “remedios milagrosos” que se venden a precios elevados.
Algunos de estos productos son inocuos y no hacen mayor daño que adelgazar la cartera de los pacientes; incluso pueden tener efectos benéficos en la autoestima y el bienestar psicológico de quien los toma, pero otros pueden ser peligrosos, así que, ante los remedios mágicos, no hay mejor apuesta que la ciencia.
Aunque también es cierto que muchos políticos y altos funcionarios requieren de una alfabetización científica que les ahorre pasar por vergüenzas públicas y tragos amargos con esas seudociencias.
Ojalá y este episodio sirva para que los presupuestos destinados para la ciencia en México mejoren significativamente, lo mismo que para reforzar el quebrado sistema de salud que padecemos.
Si es así, siempre le estaremos agradecidos a doña Olga y sus gotas nanométricas.
@hzamarron
Seudociencias, nanopartículas y la voluntad de creer / Héctor Zamarrón, Milenio (México), 7 de Junio