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Aunque nadie de la caravana ilegal de migrantes hondureños desea establecerse en México, sino solamente atravesarlo con destino a Estados Unidos, la crisis desatada por el contingente de miles de personas plantea a México un reto y obliga una reflexión.
Y es que una cosa es la migración gota a gota de individuos aislados o grupos pequeños, y otra muy diferente una avalancha organizada que pone por delante, a modo de una disuasiva carne de cañón, a niños y mujeres embarazadas.
El fenómeno es global por cuanto además de Estados Unidos implica a Europa, el sueño específico de marginados y perseguidos por gobiernos tiránicos de Medio Oriente y África, principalmente musulmanes. En México se habla poco de la crisis migratoria que afecta a Europa, y se soslaya que así como el vecino del norte, las naciones del viejo continente hace tiempo que tomaron medidas para detener la invasión proveniente de naciones fallidas incapaces de ofrecer expectativas de vida digna a su propia gente.
México es un caso especial. Porque es paso obligado de los migrantes de toda Latinoamérica; y porque es el principal beneficiario de la emigración ilegal. Se estima que alrededor de 30 millones de mexicanos vive y labora en Estados Unidos; y el dinero que envían o entregan personalmente a sus familias supera los 30 mil millones de dólares al año, esto es, el doble de las divisas que el país obtiene por exportaciones petroleras. Probablemente las remesas igualan ya –seguramente las superarán en un futuro inmediato- incluso a las divisas que ingresa el narcotráfico.
Las remesas son igualmente cruciales para el mercado interno de Honduras, país de menos de 10 millones de habitantes que recibe anualmente de emigrados cerca de 5 mil millones de dólares.

Es un hecho que la exportación masiva e ilegal de personas ha devenido en un factor esencial de las economías de Honduras y México, y asimismo de muchos otros países de Latinoamérica. Es razonable suponer que al diseñar sus planes económicos, los gobiernos de ambas naciones consideran las remesas como una variable central (así sea en un plan b no oficial).
Tal realidad da pie a la sospecha de que la promoción –naturalmente soterrada- de la emigración de connacionales sea parte de la política de estado tanto de México como de Honduras. (El disimulo confirma indirectamente esta posibilidad. Por ejemplo, cuando semanas después de las votaciones de julio el presidente Peña Nieto presumió una disminución de la pobreza durante su sexenio en torno a un punto porcentual, no quiso descontar la parte del mérito correspondiente a las remesas, mismas que subieron unos 5 mil millones de dólares anuales entre 2012 y 2018.)
Hoy, su situación geográfica como paso de migrantes centroamericanos pone a México en una encrucijada. En principio, porque cuando los ojos del mundo están puestos en el país, el gobierno azteca no puede conducirse como ha criticado a Trump.
Aún si permite el ingreso a los migrantes de Honduras, México no tiene nada que ofrecerles. Ningún país con la mitad de su propia población en situación de pobreza puede atender a miles o decenas de miles de pobres ajenos. Sobre esta base, México tiene diversas opciones sobre la mesa.

Por un lado, ser permisivo con los hondureños y correr un riesgo que Europa probó con resultados agrios: estimular nuevas avalanchas. Desde hace tiempo Italia prefiere dejar ahogarse a familias con niños ante sus costas, antes que alentar la inmigración ilegal…
No ser abiertamente permisivo es otra. Me pregunto si México repatriará a los que no traen papeles. Navarrete, el titular de Segob, ¿se refiere al pedir “papeles”, a los pasaportes; o le bastará un acta de nacimiento o cualquier identificación? ¿Repatriará a los indocumentados; o les extenderá, como está haciendo Colombia con los venezolanos, permisos de residencia temporal y permisos de trabajo aun a los que no tienen pasaporte?
La opción más riesgosa es, sin duda, jugarle chueco a Estados Unidos, haciendo como si aceptara conforme a requisitos formales el ingreso de los inmigrantes hondureños a México, con la intención de permitirles proseguir el viaje hacia el río Bravo. Ya advirtió Trump a Peña Nieto que este camino podría conducir al cierre de su frontera también a los mexicanos. Seguramente el asunto fue abordado hoy por Pompeo ante Videgaray y Ebrard.

Entretanto, Estados Unidos guarda un as bajo la manga: las remesas. Podría, por decir, imponer un impuesto elevado a los envíos; o eventualmente confiscarlos si se comprueba que el remitente se halla ilegalmente en el país…
En tal encrucijada planteada por la caravana de familias hondureñas, cabe preguntarse si AMLO intentará diferenciarse de Peña Nieto en el modo de abordar el problema.
¿Intentará el segundo presidente de facto sacar raja solicitando más ayuda económica para “atender las causas de la migración”? Podría ser, de hecho lo insinuó, ya como electo, en la carta y la conversación sostenidas con Trump. ¿O se envolverá en una retórica del tipo: el planeta Tierra es uno solo, los hombres nacimos libres, abajo las fronteras y demás cháchara enfocada a obtener popularidad política?
Porque sean cuales sean las causas de la migración, es obvio que Estados Unidos no puede atender a millones de latinoamericanos desatendidos por los gobiernos y las élites de sus propios países. Lo sabe incluso el partido Demócrata, cuyos activistas se conducen exactamente igual que Solalinde… mientras sean los republicanos los que gobiernan.
Trump, menos político y más franco que Obama y los Clinton, ha planteado el dilema con toda claridad. Quizás con demasiada franqueza, pues en vez de hacer lo que Obama y Bill, esto es, gastar más dinero en vigilantes y multiplicar las deportaciones, quiere un muro invulnerable que haga innecesario deportar a miles.

CAUSAS
Pero ¿cuáles son las causas de que millones se hayan ido de México y miles y cientos de miles de otras naciones latinoamericanas, africanas y asiáticas? También en este punto las interpretaciones se dividen.
Los musulmanes, y con los ayatolás y jeques la izquierda europea y los demócratas estadunidenses que asumen un sentimiento de culpa por la relativa abundancia de las naciones del viejo continente y Norteamérica, dicen que la culpa de la miseria de la población del tercer mundo es el colonialismo.
No, por cierto, el colonialismo del imperio otomano que por 7 siglos subyugó a los pueblos de la media luna, sino …el británico y el francés. Ni por supuesto el colonialismo de los imperios católicos de España y Portugal que conquistaron a sangre y fuego América y a lo largo de tres siglos forjaron y sangraron las actuales naciones latinoamericanas, sino …el de Estados Unidos. Ni los imperialismos chino y ruso, claro. Para las izquierdas poscomunista y neocomunista, sólo los imperialismos de las sociedades democráticas son culpables de todos los males del mundo.
En oposición a este achacamiento a las naciones desarrolladas de la miseria de los pueblos gobernados al margen de leyes por dictadores y caciques a menudo cleptocráticos, otra lectura pone el acento en causas internas como el abuso de élites poco o nada productivas cuyo tren de vida nada envidia al de los ricos de Europa y Norteamérica; la corrupción que desperdicia los presupuestos de salud, educación y todos los demás; en suma, una inequidad sistémica, característica de naciones no democráticas que globalmente torna casi inútil el esfuerzo de los nuevos competidores externos a las élites porque desde antes de concurrir al juego del mercado ya están marcados los dados.
Honduras ha puesto el chirrión por el palito a la política mexicana sobre migración.
El lado positivo de la crisis es que por su posición, México se ve obligado a revisar muchos postulados retóricos, francamente demagógicos de su batalla contra Trump.
El choque con la realidad ayuda a disipar confusiones. Eso, si se le sabe aprovechar.
COHETERÍA
+El presidente Trump tuiteó el jueves un video circulado en Centroamérica, donde se ve a jóvenes uniformados con camisetas blancas y pantalón negro repartiendo dinero a los migrantes de la caravana. Previamente, la canciller hondureña Dolores Agüero había negado que el gobierno de su país promueva la emigración indocumentada; aseveró que un grupo del opositor Partido Liberal convocó a la caravana a través de redes sociales; identificó como cabecilla al ex diputado Bartolo Fuentes y le reprochó colocar al frente de los atascos en las fronteras con Guatemala y México, a mujeres embarazadas y niños; y además, pidió al MP investigar cómo fue organizada la marcha. Guatemala expulsó este viernes a dicho ex legislador, tras detectar que se hallaba al frente. En entrevista con Fox News trasmitida el miércoles, el embajador de México en Estados Unidos, Gerónimo Gutiérrez aseguró tener “pruebas de que esta caravana también tiene una gran motivación política”. “Obviamente, somos sensibles a la situación humanitaria con la que nos encontramos y actuamos con precisión. Pero también hemos dejado muy claro que no hay un fundamento legal sobre el cual México pueda emitir un permiso por el cual las personas puedan pasar por México hacia los Estados Unidos”, agregó.
+Tan endeble como la cháchara anti-fronteras es el argumento de los partidarios de la emigración de indocumentados mexicanos, en el sentido de que Estados Unidos “necesita” brazos aztecas para su economía. Sin duda la pujante y creativa economía gringa siempre requiere de más brazos, pero ¿necesariamente mexicanos? Es una exageración nacionalista (y supremacista por considerar que somos mucho mejores trabajadores que los chinos, guatemaltecos, hindúes, polacos o bolivianos). Cabe imaginar que si Estados Unidos solicitara trabajadores, millones de pobres de todo el tercer mundo tomarían una eventual invitación a integrarse por la vía legal a la sociedad estadunidense. Un poco de humildad es indispensable para reconocer los derechos y las leyes de la nación del norte, y por ese camino mejorar la relación con el próspero vecino.
Can you believe this, and what Democrats are allowing to be done to our Country? pic.twitter.com/4aDpASkjIU
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) October 18, 2018