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Reino del Engaño /Emilio Sardi
El reino del engaño /Emilio Sardi, El Heraldo (Colombia), 29 Nov
Si algo demostró la marcha del 21 de noviembre es que Colombia es el reino del engaño.
Para empezar, está el engaño de la mayoría de los medios de información: Noticieros hablando de ‘millones’ de manifestantes en unas marchas que, con una meta de 3 millones, apenas sumaron 200 mil participantes en todo el país. Intensa cobertura de los pocos manifestantes afectados por el accionar de la fuerza pública y ninguna de los miles de ciudadanos que sufrieron en su movilidad, su economía y su seguridad.
Gran esfuerzo por darle a esa escuálida marcha de claros fines políticos la trascendencia de un gran movimiento de opinión.
En fin, multitud de actuaciones que dejan entrever tanto sus sesgos políticos como el impacto de la añoranza por la pauta oficial sobre la objetividad y la ética periodística.
Y es un engaño el cuento de que esa marcha era pacífica.
Desde antes de realizarla estaba signada por la violencia. Sus promotores definieron que querían parar al país, y llovieron amenazas contra quienes no se sometieran a su voluntad. La violencia verbal antes de la marcha fue tal que las instituciones educativas del país, reconociendo el peligro que entrañaba, tuvieron que cerrar sus puertas ese día. Y a las 7 de la mañana, mucho antes de que la marcha supuestamente pacífica iniciara, ya habían bloqueado distintas vías de las ciudades, violentando el derecho a la movilidad de la inmensa mayoría de ciudadanos, que no iban a participar en ella.
La violencia acompañó a esta marcha engañosamente llamada pacífica desde mucho antes de su inicio. Nunca fue pacífica.
Es monumental, además, el engaño de quienes salen a marchar bajo la ficción de que ellos son idealistas y que el vandalismo que siempre los acompaña no es culpa de ellos sino de unos manifestantes de otra ralea, a quienes denominan ‘infiltrados’. Como si quien acolita al sicario no participara en su crimen, estas blancas palomas pretenden distanciarse de quienes se encargan de los desmanes, cuando ambos grupos son parte del mismo tinglado, cada uno con su rol.
Pelos de la misma perra, los primeros fungen de idiotas útiles que les proveen el escenario y la pantalla a los segundos. Estos, en pocos cientos, son la fuerza de choque que protagoniza la barbarie que le da a la marcha la resonancia que nunca generarían su ausencia de ideas y exigua participación.
También es enorme el engaño de los polítiqueros que buscan medrar a la sombra de los graves hechos de violencia generados por la marcha. Ávidos de mermelada, quieren presentarse como solución a unos reclamos dispersos e incoherentes sobre unos problemas que, si existen, son fruto de sus acciones.
O el de los altos prelados de la Iglesia que buscan esconder con populismo sus problemas internos que no se han atrevido a arreglar.
Pero el peor engaño es el de quienes buscan tapar la gravedad de las asonadas perpetradas al amparo de esa marcha -y la responsabilidad de quienes la promovieron- acusando a la fuerza pública de ‘exceso de fuerza’.
Es ruin no reconocer el tino e inmenso valor de esos hombres y mujeres que se enfrentaron a los bandidos que buscaban acorralar y aterrorizar a la ciudadanía. Colombianos leales a nuestras instituciones, esos policías y militares arriesgaron su integridad física para defendernos a todos.
Hubo más lesionados de la fuerza pública que entre los manifestantes, y ahora los acusan.
¡Cuánta hipocresía!
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